jueves, 25 de abril de 2013

como ha evolucionado la educación...



Como todo rol social, el rol de educador ha cambiado con el tiempo. No me atrevería a afirmar que ha evolucionado, no creo posible evolucionar en un contexto social tan complicado como el actual.
Tampoco cabría la famosa frase “todo tiempo pasado fue mejor”, pues no es así.
Si nos remitimos a la función de educar y sólo a eso, la cosa no ha variado mucho, pero no estamos analizando la tarea en sí del educador, sino su figura, el papel que ejerce en la vida del que es educado.
Las formas han variado considerablemente. El modelo de antaño proponía un maestro rígido, con la regla en la mano y un trato distante hacia el alumno; en absoluto, dialoguista, e incluso autoritario. También tuvimos la época del maestro “compinche”, al que se lo tuteaba y se lo llamaba por el nombre, aquél que, a veces, parecía confundirse con un compañerito más. Hoy, la figura del maestro ya no es LA FIGURA, su palabra “no es santa”, precisamente. Estamos cansados de ver, en la televisión, el tristísimo espectáculo de maestros humillados por sus alumnos, los cuales hacen alarde de la falta de respeto, subiendo a Internet los videos con sus “proezas”.
Ningún extremo es bueno. Ni la distancia absoluta, ni el amiguismo total. Ni ser una especie de prócer de bronce paradito en el frente del aula, ni la víctima de burlas y humillaciones. El maestro debe ser contenedor y amigable, pero no un compañero de clase, más allá de enseñar, debe establecer las reglas.
El niño empieza educándose en el hogar y gran parte de su educación la completa en la escuela. No me refiero meramente a que aprenda a leer, sumar, restar y saber en qué año San Martín cruzó los Andes. En la escuela y con el maestro, también aprende el respeto, los límites, la responsabilidad, entre otras muchas cosas.
En los días que corren, existe una laxitud de límites verdaderamente preocupante. Los niños y jóvenes tienden a pedir todo, querer todo, creer que tienen acceso y derecho a todo, y no es así. A los padres les cuesta poner límites, y allí queda instalado el problema, que se extiende hasta el maestro.
 
Los padres, muchas veces, no sabemos encaminar las cosas. Si no se tiene claro hasta dónde puede llegar el niño como hijo, tampoco sabremos hasta dónde debe llegar como alumno.
 
El rol del educador, en este sentido, termina siendo complicado: enseñar, impartir autoridad y conformar no sólo a los alumnos, sino también a los padres.
 
Está todo tan confuso, que, a menudo, los docentes temen colocar una amonestación, una nota baja, impartir una sanción, porque saben que, tarde o temprano, un par de padres pondrá el grito en el cielo.
 
Si descalificamos a los maestros, nuestros hijos jamás los valorarán. Parecería que los educadores están devaluados, que son pasibles de ser cuestionados por cualquier decisión que tomen.
 
La idea del límite o sanción ejerce como función, además de aleccionar, proteger. No se puede vivir, aprender, funcionar sin límites, sin saber hasta dónde es sí y hasta dónde es no. Los chicos exigen límites de una u otra manera, por lo tanto, los padres deben no sólo saber ponerlos, sino, también, permitir que otros (como el colegio) los pongan. Si enviamos nuestros hijos a una determinada institución es porque se supone que adherimos a su ideario, al modelo que propone, acordamos con sus objetivos. Entonces, desde esa elección, tendríamos que confiar en las medidas que se determinan.
 
Démosle, al maestro, el lugar que merece y tan bien se gana con su esfuerzo cotidiano. Un lugar de respeto, de amor, de confianza.
 
En definitiva, estamos dejando en sus manos parte de la educación de aquéllos que más amamos. Permitámosles no sólo enseñar a dividir y multiplicar, sino también a que nuestros hijos se hagan cargo de sus errores, aprendan del fracaso, a salir adelante, a ser personas responsables, respetuosas, buenas, dignas.

¿se nace o se hace?


Según el experto estadounidense  de la universidad de Toronto, Stephen Anderson, una de las funciones más difícil para un director es delegar.

Algunas personas, más que otras, tienen una disposición natural al liderazgo, saben manejar las relaciones personales y son capaces de comunicar una visión que inspire a los demás a trabajar juntos hacia las metas fijadas.
Sin embargo, no se requiere una "predisponibilidad genética" ni mucho menos, para ser un buen director de escuela; basta con las ganas de superarse.
El director del Centro Internacional para el Cambio Educativo de la Universidad de Toronto, Stephen Anderson, ha realizado diferentes actividades relacionadas con el liderazgo directivo. El académico es enfático en aclarar que las prácticas que hacen a un buen director, se pueden aprender.
"Cuando hablamos de gestión de datos para informar el desarrollo de un plan de mejoramiento escolar, no es algo que dependa de las aptitudes personales (dice), sino que es una destreza que aprendemos".
Hay suficiente conocimiento acerca de cómo crear la estructura más adecuada para favorecer un ambiente de trabajo colaborativo entre los docentes, de modo que se trabaje organizadamente en pos de objetivos comunes. Y ese conocimiento puede ser traspasado a las personas.
Las prácticas que conllevan a mejorar los resultados y a sostenerlos, se aprenden. Sin embargo, saber que son importantes es diferente a alcanzar un dominio sobre estas prácticas. Todos van a estar de acuerdo en que es importante que el director o el equipo directivo participe y facilite el perfeccionamiento continuo de los docentes, pero lo puede hacer de una manera no efectiva, aunque conozca el principio.
El académico puntualiza que algunos sostenedores piensan que el liderazgo es una aptitud innata y lo único que pueden hacer es seleccionar a las personas adecuadas o desechar a quienes no demuestren la actitud. Pero, "en muchos casos hay una base de evidencia empírica de lo que se debe saber y hacer para llegar a un resultado positivo en los establecimientos, y no depende solo de las posiciones de liderazgo".

¿En qué se equivoca más un director?

Según Stephen Anderson, lo más difícil para un director es delegar: " los directores más eficaces no tratan de controlarlo todo; las responsabilidades de la escuela - en el camino al mejoramiento-, son compartidas".
Como en toda posición de liderazgo, es necesario tener confianza en los otros adultos y sus capacidades de resolver los problemas que se enfrentan, así como crear las condiciones para que lo puedan hacer.
En cambio, un error frecuente es que los directivos busquen imponer sus propias visiones sin la colaboración verdadera y genuina de los demás.
Una dificultad adicional para los directores de escuela en nuestros días, es la necesidad de interpretar y utilizar datos sobre los resultados de aprendizaje. Para superar los problemas hay que identificarlos correctamente.
Hoy en día las escuelas deben cumplir planes de mejoramiento escolar, y los directivos no cuentan con ninguna formación en este punto. "Los directores lo están aprendiendo pero en el trabajo, no en las aulas de formación de la universidad o los ministerios de educación", añade Anderson. Contar con estas habilidades es un gran desafío, porque las escuelas tienen que rendir cuentas de sus resultados y hay consecuencias aparejadas.
Una tercera dificultad para los directores de escuelas tiene que ver con que la situación actual exige de ellos una comprensión elemental de los principios pedagógicos, para que puedan identificar los problemas y mejorar la calidad de instrucción en la escuela. No basta con analizar y comprender los resultados de aprendizaje sino que es necesario conocer cuáles son las buenas prácticas a nivel de aula.
No se requiere que el director sea experto, porque no puede serlo en todas las disciplinas, pero tiene que ser capaz de evaluar una conversación y de observar la sala de clases de una manera efectiva.
Hace 20 o 30 años los cursos para directores estaban más bien alineados a la administración, el manejo de financiamiento y recursos humanos. Hoy la formación de directivos apunta más a cómo influir sobre las prácticas de docentes para llegar a un mejor resultado.
Existen cambios de estructura y condiciones de trabajo, cuya utilidad ha sido demostrada para ayudar a los docentes en su misión de enseñar.
Este cambio de perspectiva se debió a que el enfoque se daba en la práctica, pero sin ninguna evidencia de resultados. En la actualidad se trabaja con los resultados sobre la mesa y se debe pensar en el comportamiento de todos los indicadores hacia el mejoramiento y el cómo sostenerlos cuando son buenos.

Respecto al tema de la autonomía y del director tratado en clase, considero que este articulo plasma como debe ser un buen director. El director es el que puede delegar funciones al equipo que dirige, para que se pueda dar una buena dirección. 

La vida es un proyecto, hágalo usted mismo!


Erase una vez…un albañil ya entrado en años que estaba pensando en retirarse. Quedó con su jefe para comentarle su intención de abandonar el trabajo y poder dedicarle más tiempo a su familia y a sus aficiones. Extrañaría a los compañeros, su rutina de trabajo y por supuesto su cheque mensual, pero estaba convencido de que era el momento de iniciar una nueva etapa en su vida.

Al encargado le desagradó escuchar aquello ya que no era fácil encontrar buenos albañiles, conocedores del oficio y tan entregados como él. Aún así no podía más que aceptar su decisión. El jefe decidió pedirle que le construyera una última casa más. Se lo pidió como un favor personal y el albañil no pudo negarse.

El albañil inició su trabajo tal y como había acordado con su jefe, pero se veía que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Trabajaba con desgana, mas pensando en el día que terminará la casa que en la calidad de los acabados. Desgraciadamente era una desafortunada manera de terminar su carrera.

Cuando el albañil terminó esta ultima casa avisó al encargado que acudió a inspeccionar el trabajo. El jefe, si apenas fijarse en la casa, le dijo al albañil entregándole las llaves. “Toma, esta es tu casa. Es un regalo para ti como compensación a todos los años de trabajo y esfuerzo que hemos compartido.”

¡Qué tragedia!, ¡Qué pena!. Si hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, la hubiera hecho de manera diferente. Ahora tendría que vivir en la casa que construyó “no muy bien” que digamos.

Así como en esta historia muchas veces vamos por la vida de manera distraída, dejando pasar oportunidades, no esforzándonos lo suficiente en cosas importantes, conformándonos, buscando excusas que justifiquen nuestras limitaciones y sin dar lo mejor de nosotros. Entonces, con pena, comprobamos la situación que hemos creado y vemos que estamos viviendo en la casa que hemos construido.

Si lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente. En nuestra vida, como el albañil, cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o colocamos un tejado. Hay que construir con sabiduría, porque esta es la única vida que podremos construir.

La vida es un “proyecto de hágalo usted mismo”. Nuestra vida ahora es resultado de nuestras elecciones y actitudes del pasado. Nuestra vida mañana será el resultado de nuestras elecciones y actitudes de hoy.Si entendemos que uno de los principales objetivos de la formación es promover en el alumno cambios duraderos y estables en su forma de relacionarse con el mundo. Si entendemos que estos cambios han de contribuir a facilitar su desarrollo como persona activa y participativa, miembro de una sociedad. Si creemos que cada individuo es singular y tiene derecho a desarrollar su propio proyecto personal, de acuerdo con sus creencias y pensamientos.
Si entendemos que educar no es rellenar de contenido recipientes vacíos,  sin sentimientos ni identidad propia. Si creemos que la educación no consiste en la transmisión de esquemas de conducta socialmente aceptados con el fin de perpetuar el status quo. Si pensamos que la educación no se basa en la transmisión de conocimientos, sino en la adquisición de habilidades y en la generación de actitudes.

Necesitamos entonces que el alumno tome el mando de su proceso formativo, se convierta en protagonista de su aprendizaje porque, como dice el cuento, “la vida es un proyecto de hágalo usted mismo”.